Para aprovechar al máximo los beneficios de esta técnica, se invita a los niños a “convertirse en tortugas”. Se les enseña a hacer introspección, es decir, a “meterse dentro de sí mismos”, y a realizar respiraciones profundas, especialmente en momentos de tensión. También se les enseña a cruzar los brazos sobre el pecho, imitando a una tortuga que se esconde en su caparazón, lo que evita que tengan las manos libres para reaccionar de forma impulsiva.
La técnica incluye los siguientes pasos:
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- Detenerse
- Tomar conciencia de las emociones propias
- Reflexionar
- Identificar lo que ocurre
Estos pasos se introducen de manera progresiva, a través de varias sesiones donde se cuenta la historia de la tortuga, se realizan prácticas en grupo, se revisa el uso adecuado e inadecuado de la técnica y se hace una evaluación general de su aplicación.
Durante el proceso, los niños son guiados a imaginar que cada uno es una tortuga. Cuando se sienten mal (por ejemplo, enojados o preocupados), “se esconden en su caparazón” cruzando los brazos junto al cuerpo, bajando la cabeza y cerrando los ojos, relajando los músculos. Este acto simbólico les ayuda a enfrentar la tensión emocional.
La metáfora de la tortuga es útil, ya que al igual que ella se esconde cuando se siente amenazada, los niños aprenden a “meterse en su caparazón” imaginario cuando enfrentan una emoción difícil de controlar. También pueden recurrir a esta técnica en situaciones externas que podrían provocar una reacción impulsiva.
Una vez en esta postura, los niños pueden detenerse y sentir lo que ocurre, identificando el problema y tomando conciencia de sus emociones, a las cuales pueden ponerles un nombre. Luego, piensan en posibles alternativas, promoviendo el uso del pensamiento reflexivo. Una vez calmados y listos para tomar una decisión adecuada, “salen del caparazón” y responden de manera apropiada, desarrollando así competencias emocionales.
Para motivar el uso de esta técnica, el profesorado refuerza a los niños mediante elogios y recompensas, como sellos o cromos con la figura de una tortuga, que se entregan como reconocimiento por utilizar la técnica para regular sus emociones. Estos refuerzos pueden darse durante lecciones de educación emocional o de manera integrada en las actividades escolares, siempre acompañados de una explicación clara sobre el comportamiento apropiado. Por ejemplo: “Lo hiciste muy bien al hacer la tortuga cuando Marta te empujó; demuestra que puedes ser responsable de ti mismo”.
El profesorado también recuerda la técnica en situaciones de conflicto, como cuando prevén peleas o rabietas, sugiriendo a los alumnos que hagan la tortuga. En ocasiones, incluso guían al niño en la práctica, invitándolo a respirar juntos, para tranquilizarse. Asimismo, se fomenta el apoyo entre compañeros, quienes pueden elogiar o aplaudir cuando uno de ellos usa la técnica en el momento adecuado. Este apoyo también recibe el reconocimiento del profesor, reforzando así una cultura de ayuda mutua.
Con el tiempo, los niños comienzan a aplicar la técnica de manera espontánea, logrando interiorizar esta habilidad. Esto les permite ejercer autocontrol en el momento adecuado, desarrollando la capacidad de hablar consigo mismos como una estrategia para regular su comportamiento. La técnica de la tortuga fomenta el autocontrol verbal, sustituyendo las reacciones impulsivas por una reflexión consciente, y es un paso esencial para un comportamiento responsable.
Aquellos alumnos que han aprendido a regular sus emociones sin necesidad de “hacer la tortuga” reciben elogios y refuerzos al menos dos veces al día, como antes de comer y al final de la jornada escolar.
La técnica de la tortuga, implementada de esta manera, se ha mostrado eficaz en la prevención de comportamientos disruptivos.
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Bonitas tarjetas Técnica de la tortuga
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El autocontrol de la conducta impulsiva La técnica de la Tortuga
Juego de la tortuga para trabajar técnicas de autocontrol para niños de primaria
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