La ortografía, para muchos estudiantes, suele percibirse como una tarea repetitiva y aburrida. Sin embargo, cuando se plantea de manera creativa y dinámica, puede transformarse en una experiencia agradable que despierta interés y entusiasmo. La actividad de los frascos de palabras es un claro ejemplo de cómo el aprendizaje ortográfico puede convertirse en un juego en el que se combina la escritura con la observación y la creatividad artística.
La propuesta es sencilla pero muy efectiva: los niños reciben láminas con varios frascos dibujados en blanco y negro. Dentro de cada frasco aparecen distintas imágenes que sirven como referencia visual. A partir de estas ilustraciones, los alumnos deben escribir el nombre de cada dibujo, prestando especial atención a la ortografía. Una vez escrita la palabra correctamente, tienen la posibilidad de colorear el dibujo, de modo que el coloreado se convierte en una recompensa inmediata al esfuerzo de escribir bien.
Este recurso resulta especialmente potente porque logra que la ortografía deje de ser un ejercicio mecánico para convertirse en un reto divertido. La combinación de escritura y coloreado mantiene a los estudiantes atentos y motivados, ya que no solo se concentran en la palabra, sino que también disfrutan personalizando sus frascos con colores y detalles.
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