Cuando los padres recogen a sus hijos del colegio, la primera pregunta suele ser siempre la misma: “¿Qué tal en el cole?”. La respuesta, casi siempre, también se repite: “Bien”, “Normal”, o incluso «nada» Este pequeño ritual cotidiano parece inofensivo, pero muchas veces se convierte en un muro que impide acceder a lo que realmente queremos conocer: cómo se sintieron los niños durante el día, qué vivieron y qué aprendieron.
La razón de esas respuestas tan escuetas es sencilla. La pregunta es demasiado amplia y rutinaria. Al formularla cada tarde, los niños ya saben lo que viene y contestan casi de forma automática, sin detenerse a reflexionar ni a compartir nada significativo. Además, al ser tan general, no invita a evocar recuerdos concretos ni a expresar emociones. Responder con un simple “bien” es lo más rápido y cómodo.
Sin embargo, si cambiamos la manera de preguntar, la conversación también cambia. En lugar de obtener una palabra, podemos abrir la puerta a un mundo de experiencias, sentimientos y reflexiones. Cuando los padres hacen preguntas más específicas, creativas o divertidas, los niños encuentran más fácil recordar momentos del día y hablar de ellos. Preguntar, por ejemplo, qué fue lo más divertido, qué aprendieron de nuevo, quién les hizo reír, o cómo resolvieron una dificultad, no solo genera un relato más rico, sino que además ayuda a los pequeños a poner nombre a sus emociones y a valorar sus logros.
Este tipo de diálogo tiene un valor enorme. No se trata únicamente de saber qué hicieron en clase, sino de transmitirles que lo que viven importa, que sus padres están interesados en los detalles, en lo que los emocionó, en aquello que les preocupó o en lo que les hizo sentirse orgullosos. Al contar cómo ayudaron a un compañero, cómo afrontaron un problema o con quién jugaron en el recreo, los niños refuerzan su autoestima y aprenden a reflexionar sobre sus propias experiencias.
Además, cuando un niño percibe que sus padres escuchan sin juzgar, sin convertir la conversación en un interrogatorio y sin prisa, se fortalece el vínculo familiar. No siempre hablarán mucho; habrá días de silencio o respuestas cortas. Pero lo importante es la constancia y la autenticidad del interés. Crear este espacio de comunicación es, en sí mismo, un mensaje poderoso: “me importas, quiero conocerte más y estoy aquí para escucharte”.
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Preguntas para niños cuando salgan del cole
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